Estamos ya en la cuarta y última entrega del texto “Diez reglas para comunicar la Fe” de D. Juan Manuel Mora, vicerrector de la Universidad de Navarra en el L'Osservatore Romano, disponible en Zenit.
3. Veamos por último algunos principios que se refieren al modo de comunicar:
El primero es la profesionalidad. “Gaudium et Spes” recuerda que cada actividad humana tiene su propia naturaleza, que es preciso descubrir, emplear y respetar, si se quiere participar en ella. Cada campo del saber tiene su metodología; cada actividad, sus normas; y cada profesión, su lógica.
La evangelización no se producirá desde fuera de las realidades humanas, sino desde dentro: los políticos, los empresarios, los periodistas, los profesores, los guionistas, los sindicalistas, son quienes pueden introducir mejoras prácticas en sus respectivos ámbitos. San Josemaría Escrivá recordaba que es cada profesional, comprometido con sus creencias y con su profesión, quien ha de encontrar las propuestas y soluciones adecuadas. Si se trata de un debate parlamentario, con argumentos políticos; si de un debate médico, con argumentos científicos; y así sucesivamente.
Este principio se aplica a las actividades de comunicación, que están conociendo un desarrollo extraordinario en los últimos años, tanto por la calidad creciente de las formas narrativas, como por las audiencias cada vez más amplias y por la participación ciudadana cada día más activa.
El segundo principio podría denominarse transversalidad. La profesionalidad es imprescindible cuando en un debate pesan las convicciones religiosas. La transversalidad, cuando pesan las convicciones políticas.
En este punto, vale la pena mencionar la situación de Italia. Al hacer la declaración de la renta, más del 80% de los italianos marcan la casilla correspondiente a la Iglesia, porque desean apoyar económicamente sus actividades. Eso quiere decir que la Iglesia merece la confianza de una gran mayoría de ciudadanos, no solamente de quienes se reconocen en una tendencia política.
En ese país, y en muchos otros, los católicos no plantean su acción pública poniendo su esperanza en un partido. Saben por experiencia que lo importante no es que una formación política incorpore a su programa la doctrina social cristiana, sino que esos valores se hagan presentes en todos los partidos, de modo transversal.
El tercer principio relativo al modo de comunicar es la gradualidad. Las tendencias sociales tienen una vida compleja: nacen, crecen, se desarrollan, cambian y mueren. En consecuencia, la comunicación de ideas tiene mucho que ver con el “cultivo”: sembrar, regar, podar, antes de cosechar.
El fenómeno de la secularización se ha ido consolidando en los últimos siglos. Procesos de tan larga gestación no se resuelven en años, meses o semanas.
El cardenal Ratzinger explicaba que nuestra visión del mundo suele seguir un paradigma “masculino", donde lo importante es la acción, la eficacia, la programación y la rapidez. Y concluía que conviene dar más espacio a un paradigma “femenino", porque la mujer sabe que todo lo que tiene que ver con la vida requiere espera, reclama paciencia.
Lo contrario de este principio es la prisa y el cortoplacismo que llevan a la impaciencia y muchas veces también al desánimo, porque es imposible lograr objetivos de entidad en plazos cortos.
A estos nueve principios habría que agregar otro que afecta a todos los aspectos mencionados: al mensaje, a la persona que comunica y al modo de comunicar. El principio de la caridad.
Algunos autores han destacado que, en los primeros siglos, la Iglesia se extendió de forma muy rápida porque era una comunidad acogedora, donde era posible vivir una experiencia de amor y libertad. Los católicos trataban al prójimo con caridad, cuidaban de los niños, los pobres, los ancianos, los enfermos. Todo eso se convirtió en un irresistible imán de atracción.
La caridad es el contenido, el método y el estilo de la comunicación de la fe; la caridad convierte el mensaje cristiano en positivo, relevante y atractivo; proporciona credibilidad, empatía y amabilidad a las personas que comunican; y es la fuerza que permite actuar de forma paciente, integradora y abierta. Porque el mundo en que vivimos es con demasiada frecuencia un mundo duro y frío, donde muchas personas se sienten excluidas y maltratadas y esperan algo de luz y de calor. En este mundo, el gran argumento de los católicos es la caridad. Gracias a la caridad, la evangelización es siempre y verdaderamente, nueva.
Cabría preguntarse si el “oficio” de blogger o de divulgador en las redes sociales, conlleva algún grado de profesionalidad. Depende de cómo entendamos el concepto de profesión. Estimado lector ¿Recuerda que llamamos al Credo, “profesión” de Fe?
Se profesa lo que se vive con honestidad desde lo que somos. El blogger católico es una persona que profesa las ganas de comunicar su Fe en las diversas dimensiones de la vida social. Profesa su unión a la Iglesia, revelación y Magisterio. Incluso si no hace mención específica de textos o referencias, el propio testimonio es una profesión.
Pues bueno, el blogger necesita profesionalidad que lleva a saber qué el motiva a comunicar y qué desea comunicar.
La transversalidad es también un concepto muy interesante. En una sociedad tan compleja, todo planteamiento termina llegando a nivel de sistema. Es decir, hablar de cualquier elemento de nuestra sociedad nos conduce a recapacitar sobre su modelo y funcionamiento. En este movimiento analítico, aparecen continuamente cuestiones paralelas que tenemos que tratar, queramos o no.
Un ejemplo, si hablamos del aborto, terminamos hablando de filosofía, bilogía, teología, economía y política. Esta transversalidad es necesario gestionarla para no meter la pata en cualquier argumento y nuestra relevancia y credibilidad acabe por lo suelos.
El tercer punto es también muy interesante: la gradualidad. Cuando nos comunicamos es necesario adecuar la transmisión del mensaje según un proceso de menos a más. De más divulgativo a más profundidad. De otra forma, el interlocutor podrá aburrirse por no entender nada o porque nos quedamos en las ramas. Es interesante acercarse a las herramientas psicológicas que se han ido desarrollando para afrontar el diálogo y los conflictos. Pero ese tema lo dejaré para otra entrada.
Por último tenemos lo más importante: la caridad. Sin caridad nada valgo y nada soy. Sin caridad mis obras son banales. Sin caridad el cristianismo queda en moralina sin sustento. Tengamos caridad siempre y aunque nos cueste mucho.
Necesarias y básicas actitudes que comportan una mejor formación y un saber: qué y dónde se está, para desde ahí cumplir y acometer el o los objetivos deseados.
ResponderEliminarMe quedo con el final, la caridad, y en palabras del reciente fallecido Steve Jobs, dejo uno de sus últimos mensajes. Realmente, creo que vale la pena:
"Lo que quieras que hagas, hazlo con amor".
Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.