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Iglesia y red


Hoy traigo un tema que conecta la tecnología con la teología y la sociología. ¿Qué papel puede tener la red en la Iglesia? Aunque más que una pregunta de futuro podríamos ya hacerla en presente: ¿Qué papel comienza a tener la red en la Iglesia actual?

La primera reflexión que quiero compartir se sostiene sobre algo que evidenciamos quienes vivimos en la red desde hace años. La red nos convoca a reunirnos y vivir unidos nuestra Fe. En la red, los católicos tendemos a buscar instintivamente a otros para católicos y compartir nuestra fe. La red es un punto de encuentro que nos congrega en torno a Cristo de una manera especial.

No se trata de una reunión presencial, sino una reunión en las que nuestras palabras son las que vuelan de extremo a extremo del mundo. Nuestras palabras transportan conocimiento, emociones y proyectos comunes. Nuestra presencia en la red es un tipo de presencia espiritual en la que el tiempo y el espacio no tienen significado concreto. Si oramos juntos, lo hacemos unidos más allá del momento en que estemos orando cada uno y del lugar donde estemos presentes. La Comunión de los Santos se puede sentir de manera maravillosa.

La segunda reflexión se centra en la práctica religiosa en la red. Aunque en la red podemos ver ceremonias religiosas en directo, nuestra participación no llega a ser completa y profunda. Las prácticas religiosas no pueden tener un sentido concreto en la red, ya que están enfocadas a la participación real. Pero este aparente vacío no es tal, ya que la red predispone a un tipo de vivencia religiosa diferente, que trasciende los límites y se simplifica en la oración y el afecto compartido.

Desde el punto de vista negativo, existe el peligro que olvidar la necesidad del culto comunitario real y que dejemos la vida sacramental en segundo plano. La vivencia virtual de nuestra fe puede llegar a ser muy profunda y desconcertarnos. Igual que hay personas que viven más intensamente la lectura de una novela que su vida real, puede ser que la vivencia real de la Fe no sea, ni por asomo, tan gratificante como la vivencia virtual. Por ello es importante tener los pies en la tierra y no dejarnos seducir por la herramienta y por la emotividad que se puede volcar a través de ella.

En positivo. La red nos permite contactar con más simplicidad que la vida real. Nos permite dejar aparcados los prejuicios que con frecuencia nos hacen sentirnos más lejanos de lo que estamos en al realidad. Sin estos prejuicios, el conocimiento mutuo nos permite ganar cohesión. A veces el Espíritu Santo se mueve con más facilidad porque tenemos menos vergüenza o nos sentimos más protegidos. El semi-anonimato nos ayuda a ser más espontáneos y nos prepara para abrirnos con más facilidad a los demás.

No me deja de sorprender la capacidad de la red para crear y fortalecer la Iglesia.