Benedicto XVI nos exhortaba a ser auténticos en las redes sociales en su mensaje para la 45ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Pero ¿
Qué es ser auténtico? Se trata de ser una única persona y no presentarnos como personajes ficticios. No es sencillo ser auténtico ni la autenticidad se resuelve haciendo públicos tu nombre, dirección y abriendo tu vida privada a todos. Más bien todo lo contrario, la gestión de la privacidad es primordial para poder sobrevivir en Internet y para poder mostrarte con autenticidad a los demás.
Por desgracia, las redes sociales son lugares donde merodean personas con ansias depredatorias. Actúan como buitres del ecosistema. Se abalanzan sobre la persona que ven más desprotegida y disfrutan haciéndole la vida imposible. Se alimentan del sufrimiento ajeno y no son nada compasivos. Hace más de un década tuve una experiencia muy desagradable en ese sentido, pero gracias a esta vivencia tuve la oportunidad de reflexionar mucho sobre el tema y aprender de mis errores.
Ser católico y pregonar el mensaje de Cristo en las redes, sin tener los cuidados mínimos, es una imprudencia. Ya Cristo les dijo a sus apóstoles:
“«Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, cautos como las serpientes y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en sus sinagogas, y seréis llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que deis testimonio ante ellos y los gentiles..» (Mateo 10, 16-18)
Si en la vida real tenemos que ser cautos como serpientes, en las redes tenemos que serlo un poco más.
La autenticidad de que nos habla el Papa no significa actuar de forma imprudente con nosotros mismos. El peligro que nos señala Su Santidad es que no debemos caer en la tentación de construir artificialmente nuestro perfil público. Esto se traduce en que no debemos engañar a los demás aparentando ser quienes no somos. Aunque perfil público que ofrezcamos en las redes es el inicio de nuestra vida virtual, nuestra personalidad no es ese primer cliché. Nuestra personalidad en las redes se ofrece dinámicamente a los demás en cada actividad, respuesta o enlace que hagamos o compartamos.
También tenemos que se conscientes de que en nuestra vida real nos relacionamos con personas diferentes en ámbitos diferentes: familia, amigos cercanos, relaciones de trabajo, conocidos, contactos ocasionales y gentes varias semidesconocidas, amigos del club de ornitología, amigos de la cofradía, amigos de infancia, etc. En la red también existen estos ámbitos y es bueno considerarlos a la hora de crear un perfil en las redes sociales y desarrollar nuestra presencia en la red.
Entonces, ¿Cómo llevar nuestra personalidad a las redes? Paso a dar algunos consejos, que como siempre parten de recomendaciones genéricas, que intento concretar desde el punto de vista católico:
- Tener definido el publico perfil vamos a crear. Podemos estar presentes en las redes de maneras diferentes y no es bueno entremezclar los ámbitos en donde actuamos. Mezclar amistades, trabajo, apostolado y aficiones suele ser dar malos resultados. Si nos damos de alta en una red social, debemos saber qué vamos a compartir, con qué tipo de personas lo haremos y qué limites pondremos en las relaciones que establezcamos. Es imprescindible manejar los niveles de privacidad con mucha soltura e incluso no es descabellado separar ámbitos incompatibles utilizando perfiles diferentes. Si tenemos una familia beligerantemente atea, no es buena idea mezclarla con tus amistades creyentes… o terminarás haciendo de bombero continuamente y perturbando la vida de los demás. Si tu ámbito profesional existen personas con tendencias buitrescas, no dejes que accedan a tu ámbito personal o piensa en disponer perfiles aislados y aislantes.
- Sé tu mismo en cada ámbito que definas. Esto necesita de disciplina y experiencia. Si no se tiene, lo mejor es ir creando los diferentes ámbitos con paciencia y experimentando con el rol que tienes en cada uno de ellos. Lo normal es empezar por la familia y amigos cercanos. Después pueden venir los ámbitos de las amistades intermedias y por último el ámbito profesional y el de “los conocidos”.
- ¿Qué muestra tu foto? Recuerda que tu foto es la primera información que las personas reciben de ti. La foto es una herramienta tan maravillosa como peligrosa. Si se estima que la foto puede atraer a personas indeseables a tu perfil, no es mala idea colocar una foto de perfil lo más aséptica posible y después disponer de carpetas de fotos personales con acceso selectivo para cada ámbito. Las fotos deben ser adecuadas al ámbito. Por ejemplo, una foto tomada en plena gripe no es adecuada para relacionarse en el ámbito profesional.
- Relaciones y contenidos equilibrados. Se suele recomendar un balance de intercambios según la regla de los tercios: Un tercio sobre ti mismo, un tercio de aficiones, intereses e inquietudes comunes, un tercio para los demás
- Pero estas proporciones pueden verse afectadas por cada ámbito. Es especialmente importante cuidar del tercio inferior: en el que aceptamos y comentamos lo que nos ofrecen los demás. Se trata de relacionarnos y que esta relación se mantenga siempre positiva. Si la relación plantea problemas, antes que vivir desagradables trifulcas virtuales, es mejor disminuir los intercambios susceptibles de producir chispas. El tiempo dirá si una amistad problemática debe cambiar de ámbito o solo ha sido una mala racha.
- Actualiza tu perfil de vez en cuando. Tener un perfil monolítico e imperturbable no predispone al contacto personal. Tampoco es bueno cambiar de foto, aficiones, tendencias cada dos días, ya que demostraría inestabilidad emocional. De nuevo el equilibrio es importante. Es interesante compartir frases, pensamiento o vivencias en los ámbitos adecuados. Tres o cuatro veces al año, sería una proporción orientativa.
- Al establecer relaciones con los demás, piensa en una carrera de fondo, no en una de velocidad. Ya suelo recomendar incorporar a nuevas amistades dentro de un ámbito que limitar su acceso a contenidos e informaciones sensibles. Según la amistad se desarrolle y la confianza aparezca, podemos ir abriendo los contenidos a estas personas y localizándola en nuevos ámbitos. Por otra parte, si tras un tiempo, la persona no ha interactuado contigo, lo lógico sería cerrar la amistad. Al vicio de conseguir 5000 amigos en una tarde, la virtud de restringir las amistades a las que realmente lo son.
Desde el punto de vista cristiano, sería interesante que nuestra personalidad en la red se fuera desarrollando en base a relaciones positivas en donde el enriquecimiento mutuo fuese la nota predominante.
Preguntas subyacentes:¿Con cuantas personas intercambias mensajes positivos y enriquecedores a diario? ¿Cuantas amistades silentes conservas en el baúl de tu red social? ¿Te dan ganas, algunas veces, de presentarte como lo que eres? ¿Estudias los perfiles de quienes te piden amistad antes de aceptar su amistad? ¿Cómo se distribuyen geográficamente tus amistades virtuales? ¿Qué balance de intercambio estableces en tus relaciones virtuales?