Esta noche ha fallecido una de las personas que más ha influido en el mundo de hoy, Steve Jobs. Confundador de Apple, diseñador visionario, guru de los mercados y creador de nuevas necesidades humanas.
He incluido un video del su discurso en el acto de graduación de la Universidad de Stanford, en la que habla de los tres elementos cruciales en su vida:
- La causalidad vital como definidora de lo que somos
- El amor a lo que uno se dedica y a los que uno quiere
- La muerte como horizonte y motivación vital
Merece la pena detenerse a leer el mensaje que nos transmite en le video, ya que en el fondo nos damos cuenta que Steve es incapaz de ir más allá de la estética de la vida. Se hace evidente que hubiera necesitado de Dios para dar el salto de la estética consumista a la belleza trascendente. Pero aún así, su obra es utilizada por Dios para transmitirse a todo el mundo. La Obra de Dios no necesita de nosotros para dar frutos.
Decididamente Steve Jobs fue un hombre de éxito, que supo utilizar sus fracasos como catapulta para nuevos éxitos. Hay que reconocerle su capacidad para transmitir una cultura nueva a un mundo ansioso de novedades e ídolos a los que imitar. Su capacidad crear objetos de deseo tecnológico ha sido proverbial.
Desde mi humilde punto de vista, la informática le debe la integración de la estética y del deseo en las herramientas que nos ha vendido. Si Steve Jobs no hubiera existido, otras personas hubieran ofrecido las mismas soluciones, pero seguramente no hubieran tenido del glamour del deseo que supo transmitir.
Es reseñable lo minimalista de su atuendo y formas de comunicar. Vestido con ropas caras pero sencillas, hacía del producto que vendía el centro de su puesta en escena. Sabía que muchas personas le veneraban y supo transmitir a sus diseños la veneración que se profesaba a su persona.
En cierta manera, veo algunos paralelismos con Juan Pablo II en cuanto a su capacidad de desplazar la admiración que producía a lo que ofrecía. Pero, evidentemente la oferta de uno y otro era muy diferente.
¿Los católicos podemos aprender algo de Steve Jobs? Quizás su capacidad de unir la estética a su vida y obra. Quizás su perseverancia y ánimo vital. Incluso su reflexión vital nos puede mostrar que nosotros tenemos muchas más respuestas y razones para levantarnos cada día felices y llenos de ilusión. Nuestra misión no caduca con nosotros mismos ni tampoco depende únicamente de nuestro ánimo. Sabemos que Dios es la casualidad que nos mueve, la fuente de todo amor que vivimos y nos acogerá tras el horizonte de la muerte.
Oremos por el alma Steve Jobs.
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