Cuando cursaba el bachillerato, nuestro profesor de filosofía nos contó una leyenda urbana que me ha hecho reflexionar en muchas ocasiones.
Contaba que otro profesor de filosofía había puesto un examen con una sola pregunta: ¿Por qué? Los alumnos, sorprendidos, contestaron de mil maneras y formas… pero solo una alumna había aprobado al haber contestado: ¿Y por qué no?
Con la leyenda, nuestro profesor intentó mostrarnos dos cuestiones nada inocentes. La primera era la posibilidad de responder a una pregunta con otra… que no es más que llevar a la práctica la premisa de que la mejor defensa es un buen ataque. El segundo cuestión era predisponernos a aceptar la premisa de que “si no tenemos nada en contra de algo”… lo mejor es dejar la puerta abierta,… sin más.
Pasemos a hacernos la pregunta. ¿T.I.Cs en la Iglesia?
Ante esta pregunta, podemos responder que NO o SI… pero lo más peligroso es responder como la alumna a la pregunta del examen: ¿Y por qué no?, ya que nos predisponemos a dejarnos llevar, sin más, por la tecnología emergente.
También tenemos la opción de responder que NO.. Pero al hacer esto nos cerramos a la utilización del más importante areópago conocido hasta ahora. Sería cerrar la puerta a que el Espíritu lo utilice por medio nuestra.
Particularmente creo que la mejor opción es responder SI, pero entrando a discernir que sentido, objetivos y limites en necesario poner en la utilización de estas herramientas, dentro y fuera de la Iglesia.
La evolución de las herramientas de comunicación hace imposible determinar cómo evolucionará el areópago virtual más allá de dos o tres años. Hoy en día estamos enfrascados en las redes sociales, sin llegar a saber qué son y cómo utilizarlas en cristiano. Tenemos los blogs entrando en la fase de madurez, los foros iniciando la fase de declive y los universos virtuales en fase de expectativa. La realidad aumentada, aparece como un elemento a considerar a medio plazo y las aplicaciones virtuales de ayuda a personas dependientes, como una realidad cada vez más cercana.
La Iglesia no debe desperdiciar las oportunidades de evangelización que las TICs le ofrece. Tampoco puede despreciar la capacidad de hacer el bien que conllevan estas tecnologías. Pero las cosas no se hacen solas. Es necesario disponer de católicos dispuestos y capaces de construir nuevas catedrales en la ignota tierra virtual.
Este trabajo es labor de todos nosotros y requiere compromiso, valor y sobre todo… humildad. Los maestros constructores de catedrales medievales, trabajaban con el objetivo de que su obra fuese alabanza a Dios. Que su nombre fuese recordado… era lo de menos. Tenemos trabajo por delante… Laudetur Jesus Christus
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